Cómo acompañar el paso al instituto
Uno de los momentos más temidos para muchas familias es el tránsito del colegio al instituto.
El colegio es un espacio que habitualmente se ve como lugar de seguridad, donde percibimos que el control es mayor, los maestros brindan una atención más personalizada, conocemos a los niños, niñas y sus familias desde hace tiempo. Tenemos nuestra rutina establecida y, en la mayoría de las ocasiones, estamos contentos con el colegio, sus ritmos y educadores.
Pero en la mayoría de los casos, aunque esto será diferente dependiendo de los centros, los niños pasan al instituto al terminar sexto de primaria y comienzan primero de Educación Secundaria Obligatoria, esto es, con unos 11, 12 ó 13 años, dependiendo del mes de nacimiento y de los posibles cursos repetidos.
En muchas ocasiones los padres sienten que el cambio al instituto es un paso que puede descontrolarse y surgen miedos en muchas ocasiones, como por ejemplo, cómo será la transición, qué tal se adaptará al nuevo centro, cómo llevará nuestro niño o niña pasar a ser el más pequeño del instituto…
Es normal que afloren miedos, inseguridades y que las expectativas de lo que va a suceder no siempre sean agradables.
Vamos a analizar algunas de las situaciones más comunes y de qué manera hacerle frente en estos primeros momentos de transición al instituto, para acompañar de la manera más agradable posible este cambio de etapa.
-Es fundamental mantener un estado optimista.
Anticipar que lo que se nos viene encima va a ser un cambio a peor, difícil y negativo para nuestros hijos e hijas, hace que los jóvenes se acerquen a esta experiencia con un temor extra.
En ocasiones, para anticiparnos a posibles problemas, les indicamos que esto ya no es como el colegio (con la carga negativa que va ahí dentro, el colegio era lo bueno, aquí se acabó), que hay que estudiar todos los días si no queremos obtener un mal resultado en las notas, que tenga cuidado con las nuevas compañías…
Esta situación provoca un estrés añadido que es innecesario y evitable.
En los primeros momentos los chicos y chicas ya suelen estar lo suficientemente nerviosos como para además tener que asumir y responsabilizarse de nuestros miedos. Es importante recordarnos que el verdadero protagonista de esta situación es el propio niño y que tendrá que ser él quien vaya guiando el proceso.
Nuestra función es apoyarle, acompañarle y mostrar nuestra disponibilidad para problemas que puedan surgir, pero mostrando un estado optimista.
Si confiamos en nuestro niño, en sus posibilidades, fortalezas y capacidad de resolver problemas y así se lo transmitimos, será más sencillo que se enfrente a este nuevo reto con una mayor sensación de seguridad.
Si nosotros empezásemos en un nuevo trabajo y nuestros familiares y amigos nos anticipasen todo lo que puede salir mal, probablemente el estrés aumentaría e iríamos los primeros días temerosos por lo que pudiera ocurrir.
En cambio, si nuestro círculo cercano nos anima, nos recuerda nuestras fortalezas, el por qué estamos ahí y nos da un apoyo extra, nosotros iremos más confiados y seguros.
Los adolescentes no son una excepción. Recuérdales todo lo bueno que hay en ellos y lo mucho que confías en sus posibilidades para enfrentarse con éxito a esta nueva etapa.
-No anticipar los posibles problemas antes de comenzar.
Todos los posibles problemas que puedas anticipar justo en el momento de comenzar el instituto y sus posibles soluciones, no tiene un gran impacto en ellos si no son temas que se han abordado en casa a menudo y sobre los que hemos hablado con anterioridad.
Precisamente el momento de empezar el instituto puede que no sea el mejor para hablar con ellos de todos los posibles problemas que puedan surgir, es preferible escucharles y conocer cuáles son sus preocupaciones y dudas al respecto.
Seguramente ellos muestren muchas inseguridades y temores que no están queriendo compartir con nosotros, quizá porque estemos solapando el tiempo dedicado a hablar del instituto con nuestros miedos y no de los suyos.
Es importante escucharles y conocer cómo están viviendo estos primeros momentos.
Probablemente sus preocupaciones sean parecidas a las nuestras, no poder con el ritmo de estudio, no conseguir hacer amigos, no ser aceptado por su grupo, etcétera.
Por ello es recomendable cederles espacios de calidad en los que poder expresarse para que puedan compartir sus preocupaciones.
– En vez de anticipar problemas, anticipa soluciones.
Si hay algunas situaciones concretas que te preocupan y que crees que es necesario prestar atención y poder abordar antes de que puedan suceder, puedes probar a hablar con tu adolescente centrándote en la solución en vez de hablar de manera continuada sobre el problema.
Veamos esto con un ejemplo que ayude a que se entienda. Mejor qué decir:
«Tienes que tener cuidado con el instituto, esto ya no es el colegio, si te despistas en un momento puedes suspender, aquí los profesores no van a estar tan pendientes de ti, y tu siempre lo dejas todo para el último momento…”
Puedes probar con algo como:
“Podemos probar juntos otra manera de estudiar en la que podamos llevar los contenidos al día, para asegurarnos de que vaya todo bien. Si quieres puedo ayudarte al principio y estar más pendiente de tus tareas hasta que te acostumbres al nuevo ritmo. Acompañad,o las cosas cuestan menos. Seguro que va fenomenal”
Es más agradable que, aunque nos indiquen dónde podemos fallar, nos ayuden mostrándonos ya la solución o, al menos, una parte de esta.
Quizá haya puntos en los que tengamos que poner más atención de la habitual para salir airosos, pero si cuando nos indican el problema nos dan pistas para poder solucionarlo, nos están ayudando mucho a enfrentar una situación que, muy probablemente, sea desagradable.
-Comunícate con sus profesores o tutores
Es cierto que en el colegio la comunicación entre profesores y familias suele ser más fluida, pero en el instituto los profesores siguen teniendo una comunicación con las familias suficiente para facilitar que la información relevante se comunique pero intentando que los chicos y chicas ganen autonomía paulatinamente.
Sería recomendable que todas las familias de cada uno de los alumnos tuvieran al menos una tutoría al año. De esta manera, podremos conocer cómo va nuestro chico, si podemos ayudarle de alguna manera, en qué asignaturas podríamos apretar un poquito más y en cuales tiene una mayor facilidad, si está feliz en clase, si se relaciona con sus amigos o los conflictos que perciben como educadores.
Igualmente, los centros cuentan con un equipo de orientación, un jefe de estudios, con AMPAS o AFAS, un sistema de notas en la agenda mediante el que los profesores transmiten información relevante a las familias…
Si has acudido a la jornada de puertas abiertas del centro, unos meses antes del inicio del curso, para poder conocerlo, probablemente habrás podido disipar muchas de estas dudas.
Si por vuestra situación personal, existe alguna condición que crees que deberían conocer en el centro, no dudes en solicitar una cita con el instituto.
-Ayuda en la organización
En el colegio, lo habitual era contar con 2, 3 ó 4 maestros que impartían todos los contenidos del currículum y con los que los alumnos tenían una relación estrecha.
En el instituto, los profesores son más numerosos, no pasan tantas horas lectivas con los alumnos y, por desgracia, con todos no se generará una relación de confianza o afecto.
Esto se traduce en que no siempre estarán pendientes de si lo han comprendido bien, de si han apuntado todos los deberes o de si saben correctamente todo el contenido que entrará en un examen. Por ello es tan importante contar con métodos efectivos de organización.
Saber utilizar correctamente la agenda, utilizando códigos de colores, llamadas o símbolos. Aprender a organizar los contenidos de un texto, realizar esquemas y resúmenes, aprender una adecuada gestión del tiempo y, en definitiva, una optimización del tiempo dedicado al estudio, es fundamental para asegurarnos el éxito es las asignaturas.
Si notas que tu hijo no sabe organizarse puedes ayudarle prestándole tu ayuda externa, acompañando sin juzgar el estudio en estas primeras etapas y retirándote paulatinamente después para que él solo pueda continuar.
Si no sabes cómo abordar esta situación, siempre puedes contar con la ayuda de un psicólogo infantojuvenil que pueda asesorarte y ayudar a tu hijo a aumentar su rendimiento, organización y motivación hacia el estudio.
-Tener en cuenta la sobrecarga de tareas que se puede producir
El estrés es uno de los peores enemigos de los estudiantes, aparece en los momentos menos indicados, dificultando la concentración para poder continuar con los estudios.
Existen algunas soluciones que pueden ayudar a los chicos y chicas cuando se vean desbordados por la situación, tales como:
-Aprender técnicas de relajación.
-Programar descansos en los momentos de estudio.
-Organizarse adecuadamente para no tener muchas tareas que realizar para el día siguiente.
-Anticipar las tareas y trabajos que pueden realizar en momentos de más relajación, como por ejemplo el fin de semana.
-En ocasiones estudiar con un amigo o con algo de música relajante puede servir de motivación para hacer más agradable una tarea que no siempre es bien recibida por los adolescentes.
Si el estrés es elevado, causa cambios de humor o dificulta llevar a cabo tareas básicas de la vida diaria, como dormir, concentrarse o comer, sería un buen momento para contar con la ayuda de un psicólogo infantojuvenil.
-Genera espacios de comunicación
Momentos en los que poder hablar de lo que sucede en el día a día, preocupaciones, éxitos, inseguridades, etc.
La comida y la cena suelen ser dos momentos muy buenos para generar estos espacios de comunicación.
No podemos confundir espacios de comunicación con interrogatorios a los que a veces sometemos a los chicos y chicas. Están en una edad en la que si siente la obligación de tener que contarnos las cosas, probablemente no quieran hacerlo.
Lo deseable es que quieran compartir con nosotros lo que les sucede, de manera libre, sin presión y sin sentirse juzgados.
Una buena manera de abrir estos espacios de comunicación es comenzar hablando nosotros primero de lo que nos ha ocurrido en el día, contarles nuestras preocupaciones o algo gracioso que haya podido suceder.
Si el ambiente es relajado y distendido, será más probable que ellos quieran compartir con nosotros, de la misma manera, sus vivencias diarias o preocupaciones. Mientras que si notan presión, malestar o enfado, será menos probable que estén dispuestos a expresar lo que les ha sucedido.
Encontrar ratitos de calidad en los que dedicar atención exclusiva a nuestros hijos es fundamental. Momentos en los que se sientan escuchados, que merecen esa atención y que en casa siempre querrán tenerles en cuenta.
Quizá en ese momento no lo necesiten, no tengan necesidad de compartir ningún hecho relevante o preocupación, pero estaréis sembrando la semilla para demostrarles vuestra disponibilidad y accesibilidad si lo necesitan en un futuro.
-Pregúntale por sus amistades
En la adolescencia, las amistades pasan a jugar un papel fundamental en su vida. Influyen en su autoconcepto, es decir, lo que piensan de sí mismos, su autoestima, su manera de vestir, corte de pelo, manera de hablar, música que escuchan…
Los amigos en estos momentos tienen una gran influencia en ellos. Siempre queremos que nuestros hijos e hijas mantengan su autonomía y tengan sus propias ideas, por miedo a que sus amistades puedan influirles y que terminen realizando actos que no quieren llevar a cabo por sí mismos, si no por presión social, o necesidad de aceptación.
Por eso es tan importante no mantener un estilo autoritario en casa, en el que se obedece “porque lo digo yo”, ya que esto será muy fácilmente reproducible en el instituto, cuando un amigo pueda decirle “porque lo digo yo”.
Enseñar y fomentar el pensamiento crítico en todas las etapas de la vida, es fundamental. Los niños y niñas tienen capacidad de elección, tienen derecho a que se respeten sus gustos e intereses sin ser juzgados o ridiculizados.
Si inculcamos su capacidad de elección, fomentamos una autoestima fuerte y les regalamos el derecho a su individualidad y libre elección, será poco probable que cuando salgan fuera de casa se dejen influir por otras personas solo por la necesidad de ser aceptados.
Facilítale que puedan venir sus amigos a casa, que tenga libertad para que otros adolescentes compartan tiempo en su propios espacio te ayudará a conocerles mejor, sus gustos, aficiones, personalidades…
En muchas ocasiones los adolescentes no quieren mezclar a sus padres con sus amigos, es muy habitual y no debemos alarmarnos por ello ni pensar que algo malo pueda estar sucediendo. Una buena manera de facilitar estos encuentros es dejarles un ratito la casa para que estén ellos solos. Que vean su casa como espacio abierto en el que sus amigos tienen cabida. De esta manera, será más probable que un día nos digan que viene una amiga a estudiar o que quieren que un amigo se quede a dormir.
-Facilita con rutinas el éxito semanal
Si la cantidad de tareas os abruma o parece que puede descontrolarse una vez que empieza el curso, intenta mantener unas rutinas estables a lo largo de la semana, que ayuden a planificar a tu adolescente y que le permitan anticiparse.
Fijar algunas rutinas, tales como la hora de levantarse, de comer, el mejor horario para hacer deberes y estudiar, la hora de la ducha, la cena, la hora de acostarse, etcétera, facilita que aprovechemos mejor el tiempo, ya que sabemos de qué tiempo disponemos entre dos actividades y podremos calcular mejor el tiempo disponible en medio para poder realizar otro tipo de tareas.
Las rutinas no tienen que ser algo inmóvil y estático. Son adaptables a nuestro ritmo diario y necesidades concretas de cada día, pero si mantenemos un cierto orden en ellas los beneficios son múltiples y la gestión del tiempo y productividad para estudiar aumenta considerablemente.
-Hábitos saludables.
Hay cosas que en ocasiones pasamos por alto y tienen mucha más importancia de la que pensamos.
Dormir 8 horas al día, beber suficiente agua, aumentar la ingesta de frutas y verduras, mantener ventilada la habitación en la que vamos a estudiar o dormir, realizar una hora de ejercicio diaria, evitar la comida procesada, el azúcar y las harinas refinadas, tener tiempo libre para poder dedicar a nuestro ocio, tener más contacto con la naturaleza, etc.
Todos estos factores tienen un impacto mucho más alto de lo que parece en el rendimiento y sensación de bienestar de los adolescentes y, en definitiva, de toda la familia.
Organizar la semana con antelación teniendo en cuenta estos hábitos saludables facilita mucho que los llevemos a cabo. Por ejemplo, preparando el menú con antelación, organizando actividades de ocio que estén en nuestra agenda, teniendo en cuenta momentos para la actividad física, etc.
-Cuándo acudir a un profesional
Los inicios pueden ser difíciles, por lo que dejarles un periodo de adaptación en el que tener un poquito más de paciencia con ellos, no viene nada mal.
Pero existen algunas situaciones en las que puede ser recomendable contar con un psicólogo especialista infantojuvenil. Las que se producen habitualmente y por las que más consultas recibimos serían las siguientes:
-Cambia bruscamente sus hábitos de sueño o alimentación. Duerme mucho más de lo habitual en cuestión de un mes, deja de comer o, por el contrario, come de manera compulsiva cuando no lo había hecho previamente, etc.
–No sale de casa más que para ir al instituto. No tiene aficiones, amigos, no sale los fines de semana.
-Le cuesta adaptarse al ritmo escolar y sufre estrés para poder llegar a todas las tareas.
-Se refugia en el móvil o consola y pasa muchas horas sin desconectar.
-Está triste, desanimado o de mal humor la mayor parte del día, la mayoría de los días.
-Nos cuenta que en el instituto se están metiendo con él o que no consigue adaptarse.
-Los profesores observan alguna dificultad específica de relación, desarrollo o académica.
Esperamos que te haya servido de ayuda este artículo sobre cómo acompañar el paso al instituto.
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