Cómo prevenir el acoso escolar desde la familia para ayudar a nuestros niños y niñas

El acoso escolar es un tema sobre el que se reciben muchas consultas. Casi siempre por parte de la víctima y cuando ya se ha producido la situación.

Es fundamental la prevención tanto en el colegio e instituto como en casa para evitar que se produzcan este tipo de situaciones.

En un artículo previo «Acoso Escolar o Bullying» realizamos un recorrido pormenorizado sobre el acoso escolar, sus causas, consecuencias más habituales, cómo actuar desde la familia, y una distinción entre el acoso escolar en primaria y sus diferencias con el acoso en secundaria, así como recomendaciones de cuándo acudir a un psicólogo.

En esta ocasión, nos centraremos en cómo desde casa podemos hacer mucho por prevenir el acoso escolar o bullying, tanto para evitar que nuestro hijo o hija lo sufra, como que sea la persona que ejerza violencia contra otros o que asista impasible a la violencia ejercida por parte de terceros sin atreverse a intervenir o saber cómo actuar.

 

Qué tipos de manifestaciones tiene el acoso escolar

 

Cómo prevenir el acoso escolar desde la familia

El acoso escolar es un tipo de violencia específico, no es un hecho aislado, sino una conducta violenta que se repite en el tiempo, en la que hay una desigualdad entre la persona que ejerce violencia y la víctima

La violencia puede tener distintas manifestaciones, veremos las más habituales:

  • Agresiones físicas, como golpes, tocar a la persona sin si consentimiento, empujones, etc. Hasta manifestaciones más graves como puñetazos, paradas, tirones de pelo o palizas.
    Lo más importante cuando somos conscientes de que se está produciendo este tipo de violencia es asegurar la integridad física de la víctima.
  • Agresiones verbales, como insultos, motes, ridiculización es, burlas, etc.
  • Agresiones o acoso sexual, realizando conductas de carácter sexual no aceptadas por la víctima, provocando situaciones de tipo verbal que ofenden a la víctima en su libertad sexual.
  • Agresiones contra sus propiedades, útiles escolares, ropa, juguetes…
  • Amenazas para coaccionar a la víctima a realizar algo que no desea.

En ocasiones las amenazas consiguen que la víctima viva con miedo a que ocurra algo, que puede llegar a suceder en cualquier momento. De esta manera se consigue que vivan el mundo de una forma amenazante y estén en constante alerta para evitar un peligro que no saben desde dónde puede aparecer. Esta sensación de hipervigilancia supone una vivencia muy estresante para el niño y suele acompañarse de cambios de humor fuertes.

 

¿Cómo prevenir desde casa el acoso escolar?

Vamos a analizar cómo podemos prevenir desde la familia el bullying o acoso escolar, para evitar la existencia de estas conductas en la escuela.

La mayoría de enfoques se centran en abordar el bullying cuando ya ha aparecido, pero la prevención es fundamental desde la familia, ya que es desde donde se gesta que los niños o niñas puedan colocarse tanto la posición de acosador como de víctima.

• Apoyo emocional incondicional.

Si desde casa existe un espacio en el que se pueden expresar las emociones y estas son acogidas y acompañadas, facilitaremos que los niños y niñas detecten cuando no se les está tratando bien.

Si cuando los niños expresan en casa enfado o tristeza y estas emociones son censuradas y suprimidas, aprender a no permitir su expresión, por lo que les será muy difícil gestionar la frustración que les produzcan las contrariedades de la vida.

En esta situación es más sencillo que enfoquen esta frustración hacia sus compañeros de clase, tanto en forma de conductas agresivas como en hipersensibilidad a la crítica, lo que se ha visto que aumenta el riesgo de sufrir acoso escolar ya que los niños que se sienten juzgados con mayor facilidad tienen a recibir más atención por parte de los acosadores, que se dan cuenta de que sus conductas agresivas producen un efecto en su víctima, lo que le refuerza y hace más probable que se repitan.

• Atención y comunicación continua y suficiente.

Los niños tienen una necesidad legítima de atención, escucha y acompañamiento que les ayuda a desarrollarse de manera plena y feliz. Cuando es posible mantener está suficiente atención y escucha las probabilidades de desarrollar empatía, confianza en uno mismo y en los otros aumentan considerablemente. La sensación de seguridad también se verá incrementada.

Si desde pequeños se atienden sus necesidades, se favorece que entiendan que cuando una persona necesita ayuda se le ofrece.

Por lo que al respetar a los niños y niñas y atender a su ser esencial, les enseñamos a respetar a los demás.

 

Para prevenir la violencia escolar, la educación en casa es fundamental

• Ayudarles a expresar a través del juego, el dibujo, cuentos o música.

El juego y el arte permiten expresar multitud de diferentes situaciones y practicar en un ambiente de seguridad diferentes opciones de respuesta. Si sabemos conectar con los niños en el juego, podremos acceder a ellos y su mundo interior para conocer sus vivencias, manera de interpretar la vida, situaciones que les preocupan, registro de respuestas ante los conflictos.

Para que esto se produzca, es imprescindible que nos adaptamos a ellos y nos dejemos guiar por el niño, el verdadero experto en jugar. Cuando nos liberamos de nuestra necesidad adulta de dirigir aparece la magia y la expresión de su mundo emocional aflora. Ahí podemos detectar y atender multitud de emociones, pensamientos, preocupaciones e ideas.

• Habilidades para la resolución de problemas.

 

 

Si en casa no tenemos un adecuado método de resolución de conflictos será poco probable que los niños lo desarrollen de manera espontánea y lo apliquen en el colegio.

Si ante un conflicto castigamos, agredimos (confiamos en que esto ya nos suceda, aunque por desgracia nos encontramos aún con casos de agresiones a niños para intentar modificar su conducta) y negamos su expresión emocional, les estamos impidiendo que desarrollen habilidades para establecer relaciones de igualdad basadas en el respeto mutuo.

Resolver problemas de manera adecuada pasa por ser capaces de realizar un buen diagnóstico del problema, no quedarnos únicamente con nuestra visión del conflicto, si no tener en cuenta a todas las partes y los posibles motivos que les han llevado a actuar así. Una vez que tengamos elaborado un mapa mental de la situación real de una manera completa, podremos pasar a buscar soluciones que involucren a todas las partes, eso conlleva asumir nuestra parte de responsabilidad en el problema y comprometernos para realizar cambios.

Si hacemos partícipes a los niños de todo este proceso les estamos enseñando un adecuado método de resolución de conflictos, que facilitará su aplicación posterior cuando nosotros no estemos delante y ellos tengan que ponerlo en práctica.

 

» Un niño respetado es un niño que respeta «

 

• Promover la cooperación frente a la competitividad.

 

 

La competitividad aporta algunas características que hacen más probable el riesgo de que se produzca acoso, ya que si algunos niños obtienen atención consiguiendo ser los primeros o destacar por encima de sus compañeros, pueden desarrollar conductas de acoso entre iguales para anular a sus posibles competidores y conseguir así la atención del adulto.

Desde casa podemos contribuir a evitar estas conductas agresivas si reforzamos el esfuerzo y disfrute de una actividad, más que los resultados obtenidos.

Fomentar actividades que no necesitan la aprobación de los adultos, como juegos o autocorrectivos mejoran su autoestima y evitan tener que recurrir a los adultos para que aprueben y refuercen lo realizado.

En casa, las actividades cuanto menos dirigidas sean, mejor. Desarrollarán mayor autonomía y facilitaremos que los niños y niñas no busquen de manera continua el refuerzo en los adultos, tanto padres como profesores, con lo que favorecemos que no vean al resto de compañeros como competidores por la atención del adulto.

Si proponemos juegos en familia, en el parque, cumpleaños o en clase, podemos optar por juegos cooperativos, mejor que competitivos, en el que como equipo tengan que ponerse de acuerdo para conseguir un resultado final.

• Educar para que no existan ganancias secundarias por acosar.

Puede que la conducta de acosar le ayude a formar parte de un grupo de personas que acosan, por lo que el sentido de pertenencia se puede ver favorecida aunque sea de manera negativa.

En estos casos tenemos que trabajar de manera concreta con el acosador para que entienda que las consecuencias negativas que genera su acoso son enormes, le tenemos que ayudar a empatizar con la víctima y enseñarle alternativas de actuación para las situaciones conflictivas.

Si acosar le está sirviendo para algo, como para conseguir ser el centro de atención, destacar sobre sus compañeros o tener un grupo sólido de amigos, tendremos que analizar cuáles son las necesidades que aparecen derivadas de ocupar el papel de acosador y encontrar otra manera de conseguir estas ganancias sin tener que humillar a nadie ni caer en conductas violentas.

• La comunicación en casa tiene que ser constante y de calidad.

Es necesario establecer momentos de calidad en el que los niños se sientan cómodos para compartir sus vivencias, pensamientos, emociones y acontecimeintos que les ocurren día a día.

Crear un clima adecuado y en el que todos estemos cómodos favorece la comunicación.

Evitaremos censurar de manera continua sus opiniones, expresiones o palabras utilizadas. Si prestamos más atención a la forma de comunicarse que al mensaje que transmite, se sentirá juzgado y probablemente se lo piense dos veces antes de contarnos de nuevo otra cosa.

Si queremos corregir o puntualizar algo de su comportamiento es recomendable que se eviten los discursos unidireccionales. Si los niños sienten que se les está regañando dejan de prestar atención al mensaje y se centran en las formas en las que te expresas. Ya no hay aprendizaje.

Escuchar sin interrumpir y sin interpretar es fundamental. En ocasiones nos hacemos una idea previa de lo que nos quieren expresar los niños y no estamos intentando comprender, sino confirmar nuestra idea previa.

Los conflictos a la hora de comunicarse o negociar no son algo negativo a evitar, sino una oportunidad de practicar en casa la resolución de conflictos de una manera asertiva, sin caer en conductas agresivas o pasivas.

Es recomendable para que esto se produzca, establecer rutinas en las que se favorezca la comunicación, ya que favorece que los niños aprendan a expresarse regularmente y puedan anticipar que existen momentos en el día adecuados para ello.

Algunos momentos adecuados para esto puede ser la hora de la comida, del baño, la de ir a dormir…

• Favorecer la empatía en nuestro día a día.

Ponerse en el lugar de otra persona es algo que se aprende y puede enseñarse.

Cualquier tipo de violencia suele tener en su origen una falta de empatía por la víctima, sus emociones y lo que está sintiendo.

Si no podemos sentir lo que siente la otra persona estaremos obviando una gran cantidad de información que nos dificultará comunicarnos y relacionarnos a todos los niveles.

Ser empático no es algo que tengamos que hacer con nuestros familiares, amigos o compañeros de clase o trabajo, sino una actitud que deberíamos tener incluso en las situaciones más estresantes, como un atasco, cuando una persona llega tarde o cuando alguien nos trata de una manera que no nos parece adecuada.

Es muy difícil aprender a resolver conflictos sin trabajar desde la empatía y sin tener en cuenta al otro. Desde casa podemos realizar una serie de actos y provocar situaciones que ayuden a educar desde la empatía.

Algunas pautas que ayudan a los niños a trabajar la empatía son:

– Compórtate siempre como el ejemplo de lo que quieres ver en tus hijos.

Quizá esta sea la pauta más importante que podamos practicar en la educación de nuestros hijos, casi en cualquier situación que queramos modificar, trabajar o enseñarles.

Ser el ejemplo de lo que queremos ver en el mundo, y en este caso particular, en nuestros hijos nos acerca mucho más de lo que podemos pensar a que realmente suceda.

No son importantes solo nuestras acciones, si no nuestra manera de pensar, de entender al otro, de ser sensibles al sufrimiento ajeno y de practicar un estilo de vida compasivo con los otros, empezando por nuesta pareja, hijos y familiares.

– Tener en cuenta los sentimientos del otro habitualmente. Cuando ocurre una situación conflictiva preguntar a los niños ¿Cómo te has sentido? y ¿Cómo crees que se ha sentido él o ella?, les hará sentarse a reflexionar sobre algo que de manera automática no ocurre, que es ponernos en el lugar del otro, incluso cuando estamos enfadados con él.

– Cuando un conflicto se haya resuelto de manera dañina para una de las partes, realizar una reflexión posterior y elegir otra solución posible para la misma situación. De esta manera estaremos creando un registro de conducta para futuras situaciones y será más probable que lo ponga en práctica.

Si se ha resuelto de manera adecuada, podemos ver todas las ganancias que ha tenido esta situación, de qué manera hemos conseguido resolver el conflicto de manera satisfactoria y cómo volver a aplicarlo en un futuro. Disfrutar de los éxitos y sentirnos orgullosos de lo que hemos conseguido, además de hacernos sentir muy bien, facilita que lo volvamos a repetir en un futuro.

– Trabajar sobre el orden de prioridades a la hora de resolver un conflicto. Todo no es igualmente importante, por lo que quizá sea recomendable inhibirse para que el otro consiga lo que quiere, incluso si esto pasa por encima de nuestras necesidades.

Estará justificado no salirnos con la nuestra si la otra persona nos da un argumento que nos convence y conseguimos entender otro punto de vista que antes no estábamos teniendo en cuenta. Es poco probable que en las discusiones adultas una de las dos partes inhiba sur argumento porque realmente lo siente así, la otra parte ha conseguido convencerle con sus argumentos.

– No entender las conductas de los demás como un ataque que han realizado desde «lo personal». No es habitual que la gente actúe para fastidiarnos, sino porque no han aplicado la empatía, han sido egoísta solo estaban bajo condiciones estresantes. Si ante una situación desagradable respondemos como si se tratase de una agresión personal haremos más probable que se produzca una escalada de violencia.

 

Compórtate como el ejemplo de lo que quieres ver en tus hijos.

 

• Educar en la diversidad y las diferencias.

La tolerancia y el respeto son fundamentales a la hora de relacionarnos con el resto de personas. Si la diferencia y la diversidad se ven como algo a evitar, los niños que destaquen por alguna cualidad diferencial serán más propensos a sufrir acoso escolar por parte de sus compañeros y compañeras.

Algún rasgo significativo físico, como el sobrepeso, orejas más grandes de lo habitual, ojos más separados o dientes más pequeños, pueden dar lugar a una gran número de burlas y motes por parte de los compañeros.

Un colectivo especialmente vulnerable son los niños y niñas que sufren alguna patología médica, discapacidad o variabilidad funcional. Niños que cojean, tienen autismo, tartamudean, usan un parche o simplemente tienen una voz más aguda de lo habitual, pueden ser un blanco habitual para las conductas de acoso.

Es importante que desde casa acompañemos esta tolerancia a la diversidad desde todos los ámbitos, no solo indicando que deben respetar a todos sus compañeros, si no evitando criticar a personas por su físico, forma de vestir, peso o cualquier otra condición.

Es igualmente importante censurar desde casa cualquier tipo de violencia física o verbal hacia otras personas por el hecho de ser diferentes.

En este caso les podemos pedir que estén atentos a este tipo de situaciones en el colegio, para no reproducirlas, pero también para detectarlas y poder intervenir si suceden. Estar al lado del niño al que acosan, en los momentos difíciles puede marcar la diferencia entre detener esa conducta violenta, o apoyarla de manera silenciosa, ya que observar una situación injusta y no intervenir también es una manera de aceptarla.

Esperamos que te haya servido de ayuda este artículo sobre cómo prevenir el acoso escolar desde la familia para ayudar a nuestros niños y niñas.

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Verónica Pérez Ruano

Directora de Raíces Psicología Infantil.

Psicóloga experta infantojuvenil M-25027