Mi hijo me pega: qué hacer cómo madres y padres ante esta situación

Cuando hablamos de agresividad infantil lo primero que tenemos que tener en cuenta es de qué edad estamos hablando.

No es lo mismo que un niño de 15 meses golpe a quien quiera quitarle un juguete, a que un niño de 5 años empuje a su madre cuando se sienta frustrado, o que uno de 16 años agreda a su hermano cuando discutan.

La violencia no es deseable en ninguna edad, pero lo que está explicando estas situaciones es algo distinto en cada caso y nuestra actuación para controlar y manejar estos episodios será diferente también. Por ello es tan importante conocer el desarrollo infantil y de qué forma influye en el manejo de la frustración y la aparición de conductas agresivas, para que podamos dar la mejor respuesta en cada caso.

Por ello, vamos a analizar diferentes cuestiones relativas a la violencia infantil y cómo abordarlas en cada una de las etapas evolutivas para ayudar en esos complicados momentos a dar una mejor respuesta.

En este artículo nos centraremos en los siguientes temas, que desarrollamos de manera más detallada a continuación:

-Lo primero y más importante, el ejemplo.

-Violencia infantil, hasta los 4 años.

-Mi hijo de más de 6 años me pega cuando le digo que no a algo que quiere.

-Cuando me pega ¿Qué hago?

– ¿Y si lo hace para «llamar la atención»?

-Adolescentes agresivos.

-Agresividad entre hermanos.

-Lo primero y más importante, el ejemplo.

Si tenemos tendencia a perder los papeles con facilidad, enfadarnos acaloradamente, gritar o, al menos, elevar el tono de voz, golpear cosas o, esperemos que no, pegar a los niños, es más probable que ellos hagan lo mismo cuando se enfaden.

Al hablar de «pegar a los niños» nadie se da por aludido, ya que incluso quién ejerce violencia es capaz de relativizar la para justificarse con frases como “Es solo un azote, es solo un toque de atención…”.

Es necesario empezar a llamar a las cosas por su nombre, es abuso infantil, es maltrato, va en contra de los derechos humanos. No es justificable.

Si estás ejerciendo violencia hacia tus hijos o hijas y además no lo nombras como tal, no solo estás ejerciendo maltrato, sino que estás invalidando lo que los niños sienten. No estás siendo capaz de nombrar una situación que ocurre en casa.

Si no conoces alternativas para relacionarte con tus hijos desde un plano de igualdad cuando te pones nervioso, pide ayuda y aprende herramientas de disciplina positiva.

Si tu hijo tiene conductas agresivas pregúntate si no hay nada en ti y en tus conductas agresivas que puedan estar influyendo en las reacciones violentas que presentan tus hijos.

-Violencia infantil hasta los 4 años.

Cuando los niños de 2 o 3 años muestran conductas egoístas, agresivas, incluso rabietas en las que golpean objetos o dan patadas a las personas que les cuidan, pudiendo llegar a golpearse a sí mismos, están teniendo reacciones normales ante la frustración. Al hablar de reacciones normales nos referimos a reacciones esperables por su edad y momento evolutivo.

Es habitual que al no conseguir lo que quieren, los niños de esta edad se enfaden y ejerzan violencia, sin tener verdadera intención de dañar, sino como irá explosiva contra la persona que no les permite conseguir lo que desean.

En esta edad los niños se encuentran en una fase puramente egocéntrica, en la que la gestión emocional está comenzando y en la que sus estrategias de afrontamiento emocional son todavía limitadas.

Hay elementos que influyen en esta agresividad infantil que ya exploramos en este artículo sobre rabietas y límites, no dudes en consultarlo si quieres saber más sobre este tema.

En él analizamos qué son exactamente los límites y las normas, como introducir los límites en la rutina diaria, la relación de los estilos educativos de los padres con las normas que ponemos en casa, qué son las rabietas y cómo actuar ante ellas.

-Mi hijo de más de 6 años me pega cuando le digo que no a algo que quiere.

En ocasiones los niños agreden porque es la única manera en la que consiguen ser escuchados.

Cuando mantienen una actitud tranquila, expresando sus necesidades desde la calma, en muchas ocasiones, no son atendidos ni escuchados, a veces incluso ignorados. Pero cuando ocurre una explosión de ira o agresión puede volver sobre ellos atención que no estaban consiguiendo de otra manera. Obsérvate e intenta averiguar si hay algo que tú puedas estar haciendo para favorecer esta conducta agresiva.

Analiza durante algunos días si cuando tu hijo o hija está tranquilo y te pide o reclama atención o ayuda puedes tender a ignorarle, hacer como que no le escuchas, no atender a sus necesidades porque estás ocupada en otra cosa o cualquier otra actitud que no fomente tu disponibilidad.

Es habitual que si los niños quieren algo y no se sienten escuchados suban el tono de voz o pasen a pedirlo de otra manera menos adecuada, como agrediendo. En este caso, debido a su explosión emocional les atendemos casi inmediatamente, aunque sea para regañarles o censurar su conducta.

Con esto no queremos decir que cada petición que realicen los niños debe ser atendida y consentida. En muchas ocasiones no será posible darles lo que piden, porque no lo vemos adecuado, necesario o porque, simplemente, no es posible.

Explicárselo a los niños es igualmente importante, aunque se enfaden y tengan que aprender a manejar su frustración.

Si los niños se acostumbran a que al pedir las cosas de manera violenta pueden conseguir lo que desean estaremos reforzando esta manera de satisfacer sus necesidades.

Ponemos un ejemplo de una de las situaciones más comunes de enfado por parte de los niños y habitualmente de más difícil gestión por parte de la familia:

Si quieren que les compremos caramelos en el supermercado y nosotros consideramos que no es necesario o no queremos hacerlo, es mejor que nos mantengamos firmes en nuestra decisión. Cuando vamos a pagar, ellos se pueden enfadar e incluso golpearnos, en estos momentos quizá por la vergüenza de que nos vean otras personas en esta situación, cederemos a sus presiones y será más probable que les demos lo que piden. De esta forma, les estamos indicando que la violencia es una forma válida con la que pueden conseguir salirse con la suya incluso cuando alguien no quiere hacer algo.

Es necesario reflexionar con los niños sobre las conductas que nos dañan y cómo conseguir las cosas que quieren desde otro punto distinto, enseñándoles a negociar, expresar su punto de vista, tenerles en cuenta a ellos y a sus opiniones.

-Cuando me pega ¿Qué hago?

Imagina que estás en casa con tu hijo y decidís sentarnos juntos a realizar una manualidad, en un momento dado algo no sale como él quiere, se enfada y te golpea. Es mejor que en ese momento te apartes de la situación, diciendo algo como «no me gusta que me peguen, así que me voy a ir, cuando te calmes puedes venir a buscarme y seguimos».

Es importante que realmente cumplas con tus palabras y que cuando el niño se calme estés dispuesta a seguir. De esta manera estará recibiendo el mensaje de que nuestras necesidades son importantes y que si alguien no nos trata bien también podemos hacer algo para evitarlo.

Cuando se haya calmado es recomendable que sigamos disponibles para continuar, ya que le enseñaremos cómo nos gusta que nos traten y de qué forma es en la que estamos más cómodos para relacionarnos. De esta manera le quitamos la responsabilidad a él, el mensaje es claro:

No es que tú no me gustes, si no que a mí no me gusta que me traten así y prefiero apartarme”

Esto no es una técnica que conlleve ignorarlos, sino protegernos de una conducta que no es adecuada ni deseable aunque lo hagan nuestros hijos y les queramos mucho, los límites son importantes para todos.

– ¿Y si lo hace para «llamar la atención»?

Los niños y niñas necesitan atención y cuando no se la damos tienen mecanismos para recordarlo.

Esto no significa que lo esté haciendo mal, sino que nosotros vamos tarde y que hemos descuidado un plano importante, la atención que necesitan.

Intenta conseguir dedicarle cada día al menos una hora de tiempo de calidad para estar juntos, para darle tu presencia, escucharle, hacer algo juntos en donde lo importante no sea el resultado sino el placer de compartir tiempo.

Cuando pensamos que pueden estar pegando para atraer nuestra atención, capta el mensaje y dale atención, pero no precisamente cuando esté agrediendo.

Hay familias que indican que pasan todo el día con los niños. Pasar tiempo con alguien no es lo mismo que dedicarle tiempo de calidad. Podemos pasar todo el día con prisas, gritando, de camino al colegio, baño, cena, a dormir y no haber compartido realmente tiempo.

Hay muchas maneras de conseguir tiempo de calidad, incluso cuando disponemos de poco tiempo libre. Podemos hacer que el niño forme parte de tareas cotidianas que desarrollamos en casa, pero cediéndole protagonismo y dándole nuestra presencia. Es importante que no convirtamos estas tareas y momentos de calidad en una obligación, ya que el objetivo de esto no es conseguir una mayor colaboración en las tareas de casa (esto puede ser adecuado y deseable, pero sería otro tema distinto del que nos ocupa aquí) si no conseguir tiempo de calidad con nuestros hijos incluso cuando disponemos de poco tiempo libre.

Por ejemplo, el momento de hacer la cena puede ser una ocasión muy buena para compartir tiempo con los niños, implicándoles en una actividad adulta, lo que les suele gustar mucho, y aprovechando para hablar con él sobre el día, sus preocupaciones, inquietudes y dándole la presencia que tanto necesita.

-Adolescentes agresivos.

La adolescencia es un periodo de cambios, independencia, estrés y en ocasiones, enfrentamientos familiares.

Es la etapa en la que recogeremos los frutos de lo sembrado en la infancia.

Si hemos establecido una relación de confianza con nuestros hijos e hijas, en la que el respeto y la empatía han sido fundamentales a la hora de relacionarnos, es muy difícil que los adolescentes muestren conductas violentas hacia sus padres.

En cambio, si hemos basado la relación en métodos muy autoritarios, castigos, poca paciencia hacia sus acciones propias de la infancia o, incluso, les hemos agredido en alguna ocasión (zarandeos, tortazos, azotes, etcétera) es mucho más probable que los niños se muestren agresivos con sus progenitores al llegar la adolescencia.

Les hemos enseñado que la persona que tenía la fuerza era el que la podía ejercer y así lo han asumido, ahora son ellos los que tienen más fuerza.

Esta situación requiere de una vuelta al origen del problema y restaurar un daño como familia. Esta es una buena ocasión para acudir a un psicólogo especialista en adolescentes que pueda asesorar acerca de los pasos que es necesario dar para restablecer la buena comunicación en el hogar.

Si nunca han existido conductas violentas en casa cuando tu hijo era pequeño y al llegar a la adolescencia han aparecido sin previo aviso, pueden existir condiciones más profundas que estén causando esta nueva actitud:

El consumo de alcohol o cannabinoides.

El consumo de sustancias es una de las causas principales de las conductas agresivas en la adolescencia y la edad adulta. Si tienes dudas sobre si tu hijo está consumiendo, aborda el tema directamente con él y plantéale tus sospechas. No de manera brusca o enfadada, si no prestándole tu ayuda y mostrándote disponible para trabajar sobre ello si él así lo desea.

Puede que en un primer momento te lo niegue, pero si te muestras disponible y receptiva será más probable que vuelva sobre ello cuando quiera compartirlo contigo.

Los test y análisis que detectan sustancias son una buena herramienta para conocer el tipo de consumo que realiza, se puede llegar a acuerdos con nuestros adolescentes para realizar estos controles. Habla con su pediatra o médico y plantéale tus dudas, ellos podrán asesorarte mejor.

El abuso del juego o videojuegos.

La utilización de videojuegos de contenido violento no necesariamente conduce a un aumento de violencia, pero en ocasiones si las partidas tienen mucha tensión, les ponen nerviosos o pierden habitualmente, puede que al terminar de jugar esté mas alterado que habitualmente y sea más probable que ocurran conductas agresivas.

No quiere decir que copie y reproduzca conductas aprendidas en el juego, aunque esta posibilidad existe, si no que libera la tensión acumulada durante el juego. De igual manera, los juegos de azar, casas de apuestas y juego por internet llevan asociado muy habitualmente este tipo de reacciones agresivas ante las pérdidas.

Es adecuado enseñarle métodos de control del estrés y aprender a soltar tensión. Que él o ella sea consciente del estado al que llega después de jugar a determinados videojuegos y de cómo regular horarios y rutinas puede ayudarle a no llegar a un límite en el que no controle sus conductas agresivas, ya sea verbal o físicamente.

Un trastorno de conducta.

En este caso solo un profesional de la psicología infantil o psiquiatría puede realizar el diagnóstico. Si tienes duda , consulta con un psicólogo infantil y plantéale tus sospechas para que pueda realizar una exploración más exhaustiva.

Dificultad para controlar sus impulsos.

Nuevamente, es un caso algo más complejo en el que la ayuda profesional se hará prácticamente indispensable.

Es necesario que aprenda a detectar en qué momento se produce la pérdida de control y que pueda manejar estrategias para controlar su impulso.

Dificultad para controlar la ira.

Al igual que en el caso anterior, será recomendable contar con la ayuda de un profesional que analice el problema y pueda realizar la intervención.

Problemas externos al adolescente.

Si nuestro adolescente tiene que lidiar con mucho estrés, será más probable que muestre conductas agresivas en otros contextos.

Por ello es importante conocer si puede estar ocurriendo algo que justifique sus reacciones violentas.

Algunas de las causas más comunes por las que los adolescentes pueden sentirse desbordados suelen ser conflictos escolares, bullying, sobrecarga de tareas y estudios que exceden de su capacidad de control, enfermedad propia o de miembros cercanos de la familia, discusiones con amigos o profesores, estrés continuado, etc.

En estos casos, será recomendable analizar la causa principal que está debajo de sus conductas agresivas para poder solucionar lo que les está haciendo daño.

Si crees que alguna de estas situacione puede estar ocurriendo o sospechas que existe otra causa que esté debajo de sus conductas agresivas, pide ayuda a un profesional de Psicología adolescente para que pueda realizar un diagnóstico más exhaustivo y lleve a cabo una intervención individual teniendo en cuenta vuestro caso concreto.

-Agresividad entre hermanos.

mi hijo me pega ¿que hago?

Por la importancia de este tema y el elevado número de consultas que recibimos respecto al mismo, hemos elaborado un artículo completo sobre ello, con pautas concretas sobre cómo actuar cuando los hermanos discuten y de qué manera evitar que esto suceda y mantener un mejor clima en el hogar.

Si quieres saber más sobre el tema puedes leerlo aquí.

Verónica Pérez Ruano

Directora de Raíces Psicología Infantil.

Psicóloga experta infantojuvenil M-25027